El espejismo del vibe coding: cuando la relajación progresiva convierte al programador en espectador
El estado relajado no siempre es el mejor aliado del programador. La popularidad del vibe coding impulsa una cultura de trabajo que prioriza la atmósfera sobre el foco. Muchos desarrolladores buscan el “flujo” con música, neón y rutinas relajadas, confiando en que así llegarán mejores ideas. Pero la realidad es menos ideal: la relajación progresiva puede diluir la atención y volvernos espectadores pasivos de nuestra propia jornada. Cuando el entorno se convierte en protagonista, el código pasa a un segundo plano. En equipos ágiles, esto se traduce en sprints dispersos y bugs que nadie vio venir. La presión por buscar ese “ambiente perfecto” desvía el esfuerzo de la concentración profunda: la atención fragmentada nunca iguala a la productividad real. Programar es, en esencia, un ejercicio de conciencia plena. Cada función demanda decisión, no abandono. La pregunta incómoda es: ¿cuánto de ese ritual ambiente ayuda y cuánto es autoengaño inteligente?
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